Domingo 19 de septiembre de 2010. Como cada fin de semana de tranquilidad en Barcelona, me despierta el agradable tono de voz de Montserrat Domínguez inmersa de lleno en su “A vivir que son dos días”. Por detrás del micrófono, como temiendo ser oído, identifico entre sueños los recios tonos de esa voz inconfundible que suena a pueblo y hermosura. Agradable despertar casi otoñal mientras me dejo mecer al compás de La Vieja. Pero esa agradable sensación dura poco, el justo tiempo para darme cuenta de que algo no va bien. Que algo pasa. Entrevistas, llantos, conexiones, más canciones,…. Todo se arremolina entre las sábanas dominicales para certificar lo que nos temíamos: Labordeta se ha ido.
Hace ahora un año y esa angustiosa sensación de vacío cada vez que suenan los acordes de alguna de sus canciones permanece intacto. Un año sin Labordeta, sin el abuelo. Doce meses ya desde que Aragón en particular y el mundo en general perdiera a uno de los más sanos y naturales referentes. Un año en el que críos sin historia han preguntado por doquier “papá “¿quién es ese señor de bigote que siempre que sale por la tele hace llorar a mamá?” mientras el padre, mirando a su hijo a los ojos y apretando los puños para vencer el nudo de la garganta contesta “Un buen hombre, hijo. Un buen hombre”.
Puede que su, nuestro Canto a la Libertad no alcance nunca la categoría de Himno de Aragón. Es también posible, seguro, que ninguno de sus libros se convierta en best-seller en anodinas ferias de libros. Pero mejor que eso, estrofas como “Habrá un día en que todos al levantar la vista…” han hecho saltar lágrimas de rabia y nostalgia, ha puesto la piel de gallina a hombres recios y curtidos, han sonado solemnes en bandas de pueblos dispersas por el territorio levantando a jóvenes y viejos de desvencijadas y tristes sillas. Y sus libros, cualesquiera que se quiera, han sido trillados por manos infantiles inexpertas, han sido fuente de inspiración de maestros rurales y urbanitas, han recuperado nostalgias de un pasado lejano cerca del Mercado Central mientras en los transistores se cantaban memorables goles baturros.Se nos fue Labordeta.
Hace un año. Y pasarán más años. Y cada año que pase, cada crio que escuche sus canciones, cada padre que le explique a su hijo quien era ese hombre de poblado bigote y gorra calada, y cada madre que llore en solitario en la cocina escuchando esa voz recia y profunda, estarán dando sentido y continuidad a la gran obra humana que nos dejó uno de los nuestros.
(fotografía de http://losespejosdeazabache.blogspot.com/)